Una pregunta siempre presente en las búsquedas humanas es: ¿cuál es nuestra esencia específica? La historia conoce innumerables respuestas, pero la más contundente, convergencia de varias ciencias contemporáneas como la nueva biología evolutiva, la genética, las neurociencias, la psicología evolutiva, la cosmología, la ecología, la fenomenología y otras es esta: la cooperación y la solidaridad.
Michael Tomasello, considerado genial en el área de la psicología del desarrollo infantil de 1 a 3 años, sin intervención invasiva, reunió en un volumen lo mejor de ese campo con el título: Por qué cooperamos (Warum wir kooperieren, Berlim, Suhrkamp 2010). En su ensayo inicial afirma que la esencia de lo humano está en el “altruismo” y la “cooperación”. «En el altruismo uno se sacrifica por el otro. Es la empatía. En la cooperación muchos se unen para el bien común» (pág. 14). Es la solidaridad.
Una de las especialistas principales en psicología y evolución de la Universidad de Stanford, Carol S. Dweck, afirma: «Mas que la excepcional grandeza de nuestro cerebro y nuestra inmensa capacidad de pensar, nuestra naturaleza esencial es ésta: la aptitud para ser seres de cooperación y de relación» (Por qué cooperamos, op.cit 95).
Otra, especialista de la misma ciencia, famosa por sus investigaciones empíricas, Elizabeth S. Spelke, de Harvard, afirma: nuestra marca, por naturaleza, que nos diferencia de cualquier otra especie superior como los primates (de los cuales somos una bifurcación) es “nuestra intencionalidad compartida” que propicia todas las formas de cooperación, comunicación y participación en tareas y objetivos comunes” (op.cit. 112). Discurre junto con el lenguaje, que es esencialmente social y cooperativo, un rasgo específico de los humanos, tal como lo entienden los biólogos chilenos H. Maturana y F. Varela.
Otro especialista, este neurobiólogo del conocido Instituto Max Plank, Joachim Bauer, en su libro El gen cooperativo (Das kooperative Gen, Hoffman und Campe, Hamburgo 2008) y especialmente en el libro Principio-humanidad: por qué cooperamos por naturaleza (2006) apoya la misma tesis: el ser humano es esencialmente un ser cooperativo. Refuta rotundamente al zoólogo inglés Richard Dawkins, autor del libro El gen egoísta (1976/2004). Y afirma «que su tesis no tiene ninguna base empírica; por el contrario, representa el correlato del capitalismo dominante que parece así legitimarlo» (Op.cit.153). También critica la superficialidad de otro libro suyo Dios, una ilusión (2007).
Sin embargo, dice Bauer, está científicamente comprobado que «los genes no son autónomos y de ninguna manera ‘egoístas‘ sino que se agregan con otros en las células de todo el organismo» (El gen cooperativo, 184). Además dice: «Todos los sistemas vivos se caracterizan por la cooperación permanente y la comunicación molecular hacia adentro y hacia fuera» (Op.cit.183). Es notorio para la bioantropología que la especie humana dejó atrás a los primates y se convirtió en ser humano cuando comenzó de manera cooperativa a recoger y a comer lo que recogía.
Una de las tesis axiales de la física cuántica (W.Heisenberg) y de la cosmogénesis (B.Swimme) consiste en afirmar la cooperación y la relación de todos con todos. Todo está relacionado y nada existe fuera de la relación. Todos cooperan unos con otros para coevolucionar. Tal vez la formulación más bella la encontró el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común: «Todo está relacionado, y todos nosotros, los seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación… que nos une también, con tierno afecto, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la Madre Tierra» (n.92).
Un brasilero, profesor de filosofía de la ciencia en la UFES de Vitória, Maurício Abdala, escribió un convincente libro El principio de cooperación (Paulus 2002), en línea con las reflexiones anteriores.
¿Por qué decimos todo esto? Para mostrar lo antinatural y perverso que es el sistema imperante del capital con su individualismo y su competición sin ninguna cooperación. Es el que está llevando a la humanidad a un fatal callejón sin salida. Con esta lógica, el coronavirus nos habría contaminado y exterminado la gran mayoria. La cooperación y la solidaridad de todos con todos es lo que nos está salvando.
De aquí en adelante tenemos que decidir si obedecemos a nuestra naturaleza esencial, la cooperación y la empatia a nivel personal, local, regional, nacional y mundial, cambiando nuestra forma de habitar la Casa Común, o comenzamos a prepararnos para lo peor, en un camino sin retorno.
Si no escuchamos esta lección que la Covid-19 nos está dando y volvemos, con más furia aún a lo de antes, para recuperar el atraso, podemos estar en la cuenta regresiva de una catástrofe todavía más letal en un umbral apocalíptico. ¿Quién nos garantiza que no podrá ser el temido NBO (Next Big One), aquel próximo y último virus avasallador e inatacable que pondrá fin a nuestra especie? Grandes nombres de la ciencia como Jacquard, de Duve, Rees, Lovelock y Chomsky entre otros nos advierten sobre esta emergencia trágica.
Solo me queda recordar las últimas palabras del viejo Martin Heidegger en su última entrevista a Der Spiegel, que sería publicada 15 años después de su muerte, refiriéndose a la lógica suicida del proyecto científico-técnico de la modernidad: “Nur noch ein Gott kann uns retten” = “Solo un Dios podrá salvarnos”.
Es lo que espero y creo, pues Dios se ha revelado como “el apasionado amante de la vida” (Sabiduría 11,24).
– Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Opción Tierra: la solución de la Tierra no cae del cielo,
Record 2009, Sal Terrae 2010.
Traducción de Mª José Gavito Milano
22/05/2020